Birmania
La antigua Birmania es uno de los lugares más intactos del sureste asiático
Es imposible resistirse al encanto de Yangon y sus aires de ciudad colonial chapada a la antigua, a los paisajes de arrozales, a sus mercados de sedas y artesanías a precios de saldo y, sobre todo, a la abundancia de pagodas y estupas recubiertas de pan de oro que alfombran el país entero y que sus gentes cuidan con mimo infinito, convencidos de que esta tarea les hace sumar méritos para conseguir una reencarnación decente.
Hay que contar con que las carreteras son malas y, salvo en las ciudades y lugares más visitados, no siempre habrá un hotel o restaurante en condiciones.
Sin embargo, el destino merece con creces la pena. En la ruta esencial figuran Yangon, la principal entrada al país, donde existen los los hoteles flotantes del bucólico lago Inle, un lugar extraordinario que por sí solo ya compensa el viaje entero.
El Palacio de Potala
Se lo conoce como el techo del mundo.
Una de las sensaciones más impactantes que se puede disfrutar es la primera visión del Palacio de Potala en Lhasa, la capital del Tíbet. El punto de entrada tradicional es Chengdu, cuyo barrio tibetano irá abriendo el apetito por la cultura del país de las nieves.
Lhasa, a 3.700 metros de altitud, es un mundo, con dos lugares fundamentales que definen los dos aspectos contrapuestos de la urbe: el Palacio de Potala, majestuoso centro de poder, residencia de los dalai lamas, y la calle Barkhor, alrededor del templo Jokhang, donde acuden peregrinos llegados de los confines del mundo tibetano para mover sus molinillos de oraciones de la mañana a la noche, recitando sus plegarias en la ciudad santa.
Hay un buen número de hotelitos ubicados en este animado centro de peregrinaje, lugares recomendables para alojarse y comer. Desde aquí se pueden organizar los días, dedicando las mañanas a visitar monasterios, como el de Sara o el de Drepung y los jardines de Norbulinka, y las tardes a disfrutar del paraíso humano del centro de la urbe, Gyantse y Xigatse, las otras ciudades importantes del Tíbet.
Una de las más exclusivas, la que lleva al Monte Kailash y las ruinas del reino perdido de Guge, requerirá casi un mes. Aparte está aventurarse por los caminos de la que dicen es la carretera más bella del mundo, la que va de Lhasa a Katmandú, una aventura espiritual entre desfiladeros.
Katmandú
El valle de Katmandú, en Nepal, constituye un cruce de caminos de las antiguas civilizaciones de Asia. Contiene más de 130 monumentos importantes, entre ellos varios lugares de peregrinación para los hindúes y los budistas. Las ciudades de
Katmandú, Patan y Bhaktapur son ejemplos del arte y la arquitectura nepalíes.
En 1979, siete conjuntos monumentales del valle fueron declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, declaración que fue complementada en 2006.
Los siete conjuntos son los siguientes:
* Plaza de Durbar en Hamman Dhoka (Katmandú), la mayor de las plazas reales del valle, con sesenta grandes edificios históricos, principalmente de los siglos XVII y XVIII.
* Plaza de Durbar en Patan, ejemplo de la arquitectura urbana de la dinastía Malla, con 19 edificios históricos.
* Plaza de Durbar en Bhaktapur, con 12 monumentos construidos entre los siglos XII y XVIII
* Swayambhunath, una estupa rodeada de numerosos templos y santuarios, situada en una colina a tres kilómetros al oeste de Katmandú. Es el monumento budista más antiguo del valle.
* Bauddhanath, la mayor estupa de Nepal (siglo V), situada a 8 kilómetros al oeste de Katmandú.
* Zona de los monumentos de Pashupati, centro de peregrinación hindú situado en ambas orillas del sagrado río Bagmati, que contiene el mayor y más importante templo hindú del valle.
* Zona de los monumentos de Changu Narayan, en la cumbre de una colina en la parte oriental del valle.
La antigua Birmania es uno de los lugares más intactos del sureste asiático
Es imposible resistirse al encanto de Yangon y sus aires de ciudad colonial chapada a la antigua, a los paisajes de arrozales, a sus mercados de sedas y artesanías a precios de saldo y, sobre todo, a la abundancia de pagodas y estupas recubiertas de pan de oro que alfombran el país entero y que sus gentes cuidan con mimo infinito, convencidos de que esta tarea les hace sumar méritos para conseguir una reencarnación decente.
Hay que contar con que las carreteras son malas y, salvo en las ciudades y lugares más visitados, no siempre habrá un hotel o restaurante en condiciones.
Sin embargo, el destino merece con creces la pena. En la ruta esencial figuran Yangon, la principal entrada al país, donde existen los los hoteles flotantes del bucólico lago Inle, un lugar extraordinario que por sí solo ya compensa el viaje entero.
El Palacio de Potala
Se lo conoce como el techo del mundo.
Una de las sensaciones más impactantes que se puede disfrutar es la primera visión del Palacio de Potala en Lhasa, la capital del Tíbet. El punto de entrada tradicional es Chengdu, cuyo barrio tibetano irá abriendo el apetito por la cultura del país de las nieves.
Lhasa, a 3.700 metros de altitud, es un mundo, con dos lugares fundamentales que definen los dos aspectos contrapuestos de la urbe: el Palacio de Potala, majestuoso centro de poder, residencia de los dalai lamas, y la calle Barkhor, alrededor del templo Jokhang, donde acuden peregrinos llegados de los confines del mundo tibetano para mover sus molinillos de oraciones de la mañana a la noche, recitando sus plegarias en la ciudad santa.
Hay un buen número de hotelitos ubicados en este animado centro de peregrinaje, lugares recomendables para alojarse y comer. Desde aquí se pueden organizar los días, dedicando las mañanas a visitar monasterios, como el de Sara o el de Drepung y los jardines de Norbulinka, y las tardes a disfrutar del paraíso humano del centro de la urbe, Gyantse y Xigatse, las otras ciudades importantes del Tíbet.
Una de las más exclusivas, la que lleva al Monte Kailash y las ruinas del reino perdido de Guge, requerirá casi un mes. Aparte está aventurarse por los caminos de la que dicen es la carretera más bella del mundo, la que va de Lhasa a Katmandú, una aventura espiritual entre desfiladeros.
Katmandú
El valle de Katmandú, en Nepal, constituye un cruce de caminos de las antiguas civilizaciones de Asia. Contiene más de 130 monumentos importantes, entre ellos varios lugares de peregrinación para los hindúes y los budistas. Las ciudades de
Katmandú, Patan y Bhaktapur son ejemplos del arte y la arquitectura nepalíes.
En 1979, siete conjuntos monumentales del valle fueron declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, declaración que fue complementada en 2006.
Los siete conjuntos son los siguientes:
* Plaza de Durbar en Hamman Dhoka (Katmandú), la mayor de las plazas reales del valle, con sesenta grandes edificios históricos, principalmente de los siglos XVII y XVIII.
* Plaza de Durbar en Patan, ejemplo de la arquitectura urbana de la dinastía Malla, con 19 edificios históricos.
* Plaza de Durbar en Bhaktapur, con 12 monumentos construidos entre los siglos XII y XVIII
* Swayambhunath, una estupa rodeada de numerosos templos y santuarios, situada en una colina a tres kilómetros al oeste de Katmandú. Es el monumento budista más antiguo del valle.
* Bauddhanath, la mayor estupa de Nepal (siglo V), situada a 8 kilómetros al oeste de Katmandú.
* Zona de los monumentos de Pashupati, centro de peregrinación hindú situado en ambas orillas del sagrado río Bagmati, que contiene el mayor y más importante templo hindú del valle.
* Zona de los monumentos de Changu Narayan, en la cumbre de una colina en la parte oriental del valle.